sábado, 29 de septiembre de 2012

Rapuncel.

Se podría decir que somos como Rapuncel. Queremos que nos rescaten de nuestra torre y que escalen por nuestra larga trenza esperanzados de que la persona que nos rescate sea a la que le demos ese premio que guardamos desde que tenemos consciencia, el del beso correspondido. A veces tarda demasiado, algunas personas parece que se tropiezan en parte del trayecto al tratar de subir por esa trenza y por lo tanto no consiguen el premio. Otras directamente intentan subir tratando de enganchar cuerdas y con pena desde la ventana de nuestra torre vemos como se estrellan, dado que una cuerda no aguanta tanto camino, se desgasta y no llega a su destino. Quizá otras veces el problema es que nuestro pelo no crece suficiente y por lo tanto, por mucho que lleguen a intentar salvarnos, la trenza no es suficiente larga como para llegar a nadie. Y por último nombraría otra posibilidad; puedes tener la trenza, el pelo suficientemente largo, pero sin nadie que te rescate, seguirás igual; observando por tu ventana hacia el cielo pidiéndole lo que todos quieren.


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